Es un error muy común referirse a la famosa terminal ferroviaria situada en la calle 42 como Grand Central Station. En realidad, esta denominación la ostenta actualmente la oficina de correos situada en las cercanías.
La auténtica Grand Central Station (en la fotografía, a principios del siglo XX) fue demolida en 1913, tras entrar en servicio la actual terminal.
Su final comenzó varios años antes y fue causado por el peor accidente ferroviario en la historia de la ciudad.
La noche del 5 de enero de 1902, el maquinista de un tren con destino en la estación, se saltó un semáforo en rojo y colisionó con otro tren. Quince personas perdieron la vida en el accidente.
El magnate de los ferrocarriles Cornelius Vanderbilt, asesorado por un joven ingeniero llamado William Wilgus, decidió demoler la vieja Grand Central. En su lugar, se levantó el fantástico edificio que hoy en día conocemos. Su sistema de andenes a dos niveles (llegadas y salidas) conectados por largos y luminosos pasillos fueron una auténtica revolución. Además, se electrificó tanto el edificio como el sistema ferroviario. De esta forma, se evitaban los problemas con el humo y los incendios, tan frecuentes con las locomotoras de vapor.
Imagen: Archivo New York Public Library