Rodeada por imponentes rascacielos, en pleno distrito financiero de Nueva York, emerge una inmensa estructura de acero. Se trata de “Oculus”, el gran recibidor central de un moderno intercambiador de transportes diseñado por el arquitecto español Santiago Calatrava.
“Oculus” es una gran cúpula de blancas vigas de acero que simulan un ave con sus alas extendidas a punto de emprender el vuelo.
Si su apariencia exterior es espectacular, su interior no se queda atrás. Un enorme espacio de 45 metros de altura construido en acero y mármol blanco y que transmite la sensación de encontrarse en el interior de un animal gigante. Además de los servicios propios de un intercambiador, cuenta con un amplia zona comercial y de restauración.
La victoria de la luz frente a la oscuridad
Originalmente, el diseño de Calatrava requería que los dos lados de la estructura se abrieran parcialmente, como si de un inmenso pájaro desplegando sus alas se tratase. Pero, a medida que la construcción avanzaba y los costes se disparaban, tan solo la claraboya superior formada por 224 piezas de vidrio instaladas en 40 paneles se mantuvo abatible.
Cada 11 de septiembre, coincidiendo con el aniversario de los atentados terroristas, y si el tiempo lo permite, se abre la claraboya superior. El edificio está diseñado de tal forma que ese día, exactamente a las 10:28 a.m., el instante en que la segunda de las torres colapsó, los rayos del Sol bañan por completo el interior de «Oculus».
Con este hermoso gesto se quiere simbolizar la victoria de la luz frente a la oscuridad y rendir un emotivo homenaje a las casi 3.000 personas que perdieron su vida aquella fatídica mañana de septiembre de 2001.